En la poesía de Itzíar López Guil ya sabíamos que se puede encontrar la afectividad más íntima y la vivencia de la injusticia cotidiana. Más que en recopilaciones anteriores, se revela aquí que esa extraordinaria apertura empática es (también) la muy personal atención a las vicisitudes de la luz, desde unos ojos de niña hasta unos atisbos esperanzados, un resurgir o una proclamación. Parece fácil. Es, desde luego, ejemplar.
Carlos Piera.