La poesía de Enrique Zumalabe es un laborioso y humilde ejercicio de observación y de memoria. Sin prisa ni exaltación, opuesta al exhibicionismo, no hay en ella pretensión alguna de impactar ni soliviantar al lector; más bien consiste en una invitación a presenciar cómo se va reconstruyendo el individuo y su entorno a través de los versos: con la paciencia de quien busca la justa medida de la palabra y de las cosas, con la serenidad de quien se reinterpreta hablando consigo mismo y, de ese modo, nos habla y nos reinterpreta a cualquiera de nosotros.
Miguel Mejía.