Edición y prólogo de Tomás Rodríguez Reyes, epílogo de José Jurado Morales. Texto de la contraportada de Ángel L. Prieto de Paula.
En más de cincuenta años de creación, Ángel García López ha atravesado casi todas las estancias de la poesía: de la exultación amorosa al lamento existencial, de la gracia cancioneril a la sátira de costumbres, de la espesura simbólica o el turbión irracionalista al aforismo moral. Una escritura tan a lo largo le ha permitido visitar casi todas las habitaciones de la métrica: sonetos, coplas, alejandrinos blancos, versículos en oleadas discontinuas y, cuando el sentimiento ya no puede someterse a cauce, extensos trancos en prosa que respiran al ritmo del nomon y la péndola.
Su admirable maestría métrica, su honda sensibilidad y versatilidad retórica lo han convertido tanto en un manierista escapado de los siglos áureos como en un poeta de este tiempo con una esencial identidad: un estuario en el que desembocan los cursos poéticos más valiosos y donde se resuelve la historia de la alta poesía.