La inquieta curiosidad y la incansable cordialidad caracterizan a Hilario Barrero, poeta, traductor, profesor nacido en Toledo y residente en Nueva York desde hace varias décadas.
Curiosidad, cordialidad, Toledo, Nueva York son palabras que definen también su diario. A Hilario Barrero todo le interesa: la ópera, los libros, los museos, los mercados callejeros, las tiendas de moda, la gente que viaja en metro. Nada escapa a la mirada siempre alerta del poeta, ni a la cámara de su teléfono móvil, como saben bien los innumerables seguidores en Facebook de este perpetuo adolescente.
Pero su curiosidad nunca es impertinente, va acompañada de un corazón generoso que hace que sus diarios estén llenos de amigos. No gusta Hilario Barrero de acribillar sus páginas con incómodas equis; él prefiere los nombres y apellidos, siempre que sea posible, y así encontramos en la «Comedia Humana» que es también este libro un abundante muestrario de los más destacados escritores de hoy junto a una pequeña antología –un libro dentro del libro– de la poesía norteamericana.
Toledo es la ciudad de la infancia, del rechazo al joven rebelde y distinto, de las celebraciones de la madurez. Las páginas dedicadas a Toledo están llenas de melancolía, pero también de celebración. Pasa el tiempo, desaparecen lugares y personas, pero algo permanece: el arte y la memoria, el arte de la memoria en el que Hilario Barrero es maestro.
Pero la gran protagonista de una obra llena de personajes y escenarios (Málaga, Lisboa, Boston, el Gijón de todos los veranos) es Nueva York, una ciudad inabarcable y cotidiana que Hilario Barrero acierta a ver con ojos distintos. A la Nueva York de Julio Camba, de Juan Ramón Jiménez, de García Lorca se añade así –complementaria, contraria, igualmente verdadera– la de Hilario Barrero, un nombre ya imprescindible en la literatura española contemporánea.
José Luis García Martín.