Como buen machadiano, el poeta Javier Salvago conversa con el hombre que siempre va con él. Sabe que a ese hombre no puede mentirle, ni enredarlo en eslóganes ni en vana palabrería. Que ese interlocutor solo acepta la hondura y la claridad. Por eso, sin levantar la voz, sin grandes gestos, sus aforismos desafían la corrección política, la retórica de frase de almanaque, la mitifación del éxito, de la fama y del poder. Protestan contra la impostura, la aparencia y la hipocresía. Y lo hacen dejando en sus lectores la rara impresión de la autenticidad.
Victoria León.